Cambia tu mundo

Post hoc, ergo propter hoc…
(Después de, por lo tanto causado por…)
   Según un antiguo proverbio egipcio:
“el hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides.”

Cuando era pequeño pasaba la mayor parte del tiempo con mi abuelo, porque mi padre trabajaba todo el día. Se pasaba incluso varios días sin aparecer por casa. Mi madre siempre me decía que había que pagar la hipoteca de nuestra casa, el coche, la comida, los libros del colegio, etc... Por eso mi madre me dejaba cada mañana en casa de mi abuelo, mientras ella limpiaba otras casas que no tenían problemas de hipotecas.
No me importaba mucho, porque me encantaba estar con mi abuelo, siempre me hablaba de la cultura egipcia, ¡tenía el salón lleno de objetos egipcios! Mi objeto preferido era un pisapapeles en forma de pirámide; y recuerdo que me decía: 
-. ¿Ves esa pirámide de ahí?
-. ¡Sí!, contestaba yo con los ojos como platos.
-. Pues no es un pisapapeles cualquiera, suelo dejar los documentos más importantes bajo su protección, porque, ¿sabes una cosa?
-. ¿Qué? Contestaba saboreando la gran respuesta que me esperaba.
-. La gran Pirámide encierra, oculta y protege un gran secreto.
Estas palabras me intrigaron toda la vida, me llenaba de preguntas que mi abuelo nunca contestaba, excepto con un esperanzado, “lo descubrirás”.
Siempre me intrigó saber qué gran secreto habría debajo de la Gran Pirámide de Gizah; pero lo que más me emocionaba y me hacía temblar era pensar que, como siempre me repetía mi abuelo, su secreto está en mí.
Me apasionaba la cultura egipcia, así que mi abuelo me enseñaba fotos, veíamos documentales, leíamos libros, me compraba todo lo relacionado con su cultura.
Me encantaban las Pirámides, me pasaba horas y horas hablando sobre ellas con mi abuelo; dábamos paseos por el parque hablando de los egipcios, divisábamos atardeceres, veíamos como el sol se perdía en la inmensidad del horizonte, quedándonos bajo el escrutinio de miles y millones de dioses que nos vigilaban. 
¿Serían muchas de ellas los dioses egipcios? Pensaba siempre que miraba al cielo. ¿Qué habría pasado allí?; ¿Quién construyó aquellos monumentos tan perfectos en una época tan escasa de medios?; ¿Cuál sería ese gran secreto que tendría que desvelar?... supongo que como dijo Napoleón Bonaparte: 
“Aunque os lo contara, no lo creeríais”.
Durante toda mi vida me obsesioné con encontrar la verdad; quería averiguar quién las construyó; quería aprender de aquello; quería construir algo parecido; quería ayudar a mis padres a pagar la hipoteca; quería estar con mis padres.
Mis padres seguían trabajando, así que pasaba mucho tiempo con el abuelo, hasta que formó parte de los dioses de Egipto. Siempre recordaré todo lo que me enseñó y sé que se siente muy orgulloso de mí.
Me dediqué al estudio, apenas salía a jugar, y sufrí acoso en el instituto. Pero no me detuvo. Tenía muy claro qué quería conseguir, a quién quería ayudar. Sabía que lo podía conseguir. Tener un objetivo, una vía, un camino a seguir me ayudó mucho a afrontar la adversidad de mi época estudiantil.
Me licencié y doctoré en Arquitectura moderna, hice investigaciones sobre cómo aplicar nuestros conocimientos para construir monumentos antiguos, para construir las Pirámides, pero no pude igualar aquella perfección. Tal era mi obstinación que fui objeto de burlas quijotescas en la comunidad arquitectónica, (recordándome cada día, mi vía, mi camino a seguir, ya pasé por esto una vez) en los clubes sociales que frecuentaba, ni siquiera mis conferencias suscitaban el interés esperado. Me quedé solo. Mis colegas dejaron de confiar en mí, me decían que estaba acabado como arquitecto, que debería de cambiar de aires, dedicarme a otra cosa…; pero yo estaba convencido que podía solucionar muchos problemas arquitectónicos modernos, que podría cambiar la realidad y hacer la vida mucho más fácil, construir viviendas más baratas e incluso, construir las viviendas mucho más rápido y así de alguna forma, los padres, no tendríamos que dedicar tanto tiempo a trabajar y podríamos disfrutar más de nuestros bebés…; pero, para ello necesitaba encontrar la fórmula adecuada, hacerme con los conocimientos antiguos y aplicarlos, saber quién, cómo, cuándo y por qué construyeron las pirámides. Sabía que ahí podía estar el gran secreto que siempre me obsesionó de ese pisapapeles piramidal que ahora utilizaba en mi escritorio y veía a diario.
Me pasé años y años de mi vida estudiando aquella cultura ya desaparecida, me obcequé en conseguirlo, pero me estaba quedando sin recursos. Tenía que empezar a verlo desde otro punto de vista. Tenía que buscar perspectiva. 
Recordando las conversaciones que mantenía con mi abuelo durante nuestras largas caminatas hasta el anochecer, recordé un juego al que solíamos jugar: jugábamos a imaginar.
-. Abuelo, ¿te imaginas que cerramos los ojos fuerte, fuerte, durante 5 minutos y al abrirlos estamos en Egipto? (En ese momento cerraba mis ojos con todas mis fuerzas y me concentraba en las Pirámides)
-. Sí, podemos intentarlo. Cerramos los ojos a la de tres y nos concentramos.
-. Vale a Abuelo.
-. Una, dos y…
Yo sabía que mi abuelo cerraba los ojos y luego los abría observándome cómo me empeñaba en visualizar mi viaje a Egipto.  Recuerdo que al pasar los cinco minutos, mi abuelo me decía que mantuviera los ojos cerrados, que viajaríamos con la imaginación, mientras me describía cómo era el paisaje egipcio. El Nilo, ¡Cuidado con los cocodrilos¡ gritaba, me describía y detallaba todos los monumentos, el color de la arena, el agotador calor.
Mi abuelo siempre me hacía sonreír, pero cuando llegaba a casa, a veces, mi padre no había llegado, me dormía llorando y dándome cuenta cada vez, que me hacía mayor y no conocía muy bien a mis padres. Cada noche, susurraba… ¡Egipto!
Ya no tenía credibilidad, tenía que cambiar de óptica, de carrera, de vía, tenía que esforzarme para poder verlo desde otra perspectiva, sin perder de vista mi objetivo. 
¿Qué mejor forma de saber quién y cómo se construyeron las pirámides que averiguarlo por mí mismo?; imagina…
Empecé a estudiar física-quántica. Por aquél entonces ya se había conseguido que un láser llegara a su destino antes de haberlo lanzado. Me aceptaron en la comunidad científica por mis teorías sobre la estructura causal del espacio-tiempo. Gané mucho prestigio, me llamaban de muchas universidades para dar conferencias y conseguí muchos patrocinadores que no dudaban en aumentar la financiación de mis investigaciones. Volví a pasar momentos duros, pero también obtuve mucha financiación para poder comprobar mis teorías. No sé por qué, pero había mucha más gente dispuesta a invertir y financiar mis investigaciones en este campo que mi empeño en abaratar los costes de las construcciones de viviendas. Quizás las utopías, los sueños, la esperanza de nuestros anhelos nos motive a hacerlo. Pues eso era justo lo que a mí me impulsaba.
Y como todo en la vida, después de años de estudio, años de investigación, de proyectos y experimentos, de fracasos, de errores, de empeño… llegó el momento, y construí una máquina del tiempo. Mis teorías estaban en lo cierto, la financiación y patrocinio se vieron recompensados con grandes resultados y llegó el momento; sí, y sin dudarlo puse rumbo a Egipto.

Egipto 7000 BP.
   
Salté en el tiempo hacia el año 7000 antes de nuestra era, hacia la fecha donde según la Historia se empezó a construir la Gran Pirámide de Keops; empero lo que sabemos con seguridad, a veces, no es así… 
¡Quedé decepcionado!
Allí no había nada, absolutamente nada. Ningún vestigio de civilización, ninguna pequeña estructura que demarcase una futura construcción. Nada. Visité Menfis, antigua ciudad egipcia y si bien existía tal ciudad, no había movimientos sociales que suscitaran una próxima empresa de tan colosales dimensiones.
¿Me habré equivocado de época? Pensé. ¿Habré distorsionado el espacio-tiempo? ¿Realmente funciona mi máquina? 
Estaba desconcertado, decepcionado, abatido.
Dejé mi desesperación a un lado, y seguí adelante, tomé la determinación que te da la experiencia y el entusiasmo para conseguir los sueños;  así que puse a prueba todas mis habilidades y competencias, todos mis conocimientos y experiencias, todas las enseñanzas de mi abuelo y fui a visitar al Faraón Khufu bajo el seudónimo de un nombre griego, me puse el nombre de Queope y con planos en mano, le propuse un gran proyecto que exaltara su figura como Dios-Faraón para ser recordado y admirado por toda la eternidad. Le propuse la construcción de un gran complejo y de una Gran Pirámide que venciera al tiempo. Su nombre será recordado por toda la Humanidad y su Gran Pirámide sería temida por el Tiempo.

Tiempo Presente. Actualidad.

La vuelta se me llenó de nuevos recuerdos, algo había cambiado.
Como decía un viejo amigo:
“somos cautivos del tiempo y rehenes de la eternidad”; 
¿Por qué no hacer algo para cambiarlo?; ¿por qué no alcanzar los sueños? ¿por qué no cambiar de perspectiva? 
Como siempre digo, el tiempo impone las reglas del juego, pero tú aplicas las estrategias.
Mi "Padre" tiene razón: “Ese pisapapeles protege un gran secreto”
A lo mejor tenemos que innovar.
iMagina

FdoiMagina…

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